jueves, 11 de octubre de 2012

CON MIS MEJORES DESEOS PARA EL FUTURO


LA RANA SORDA...

Un grupo de ranas viajaba por el bosque y, de repente, dos de ellas
cayeron en un hoyo profundo. Todas las demás ranas se reunieron
alrededor del hoyo.

Cuando vieron cuan hondo era el hoyo, le dijeron a las dos ranas en el
fondo que para efectos prácticos, se debían dar por muertas. Las dos
ranas no hicieron caso a los comentarios de sus amigas y siguieron
tratando de saltar fuera del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras
seguían insistiendo que sus esfuerzos serían inútiles. Finalmente, una
de las ranas puso atención a lo que las demás decían y se rindió. Ella
se desplomó y murió. La otra rana continuó saltando tan fuerte como le
era posible. Una vez más, la multitud de ranas le gritaba y le hacían
señas para que dejara de sufrir y que simplemente se dispusiera a morir,
ya que no tenía caso seguir luchando. Pero la rana saltó cada vez con
más fuerzas hasta que finalmente logró salir del hoyo. Cuando salió,
las otras ranas le dijeron:"nos da gusto que hayas logrado salir, a
pesar de lo que te gritábamos". La rana les explicó que era sorda, y
que pensó que las demás la estaban animando a esforzarse más y salir del
hoyo.

Moralejas:

1. La palabra tiene poder de vida y muerte. Una palabra de aliento a
alguien que se siente desanimado puede ayudar a levantarlo y finalizar
el día.

2. Una palabra destructiva dicha a alguien que se encuentre desanimado puede
ser lo que lo acabe por destruir. Tengamos cuidado con lo que decimos.

3. Una persona especial es la que se da tiempo para animar a otros.


Una referencia relacionada:

En la NASA, hay un póster de una abeja, que dice así:
"Aerodinámicamente, el cuerpo de una abeja no está hecho para volar; lo bueno es que la abeja no lo sabe"


Que tengan un buen dia!

NAMASTE!





lunes, 8 de octubre de 2012

UN CURSO DE MILAGROS CON NICK ARANDES EN GRANADA

Acabo de recibir un correo informando de que se ha cambiado la fecha de "Un curso de milagros" de Nick Arandes en Granada, esta será el 20 de Octubre.

Más información:

Web de Nick Arandes: http://www.theradicalkid.com/promo/espanol/index.html

sábado, 29 de septiembre de 2012

Mantra Buda de la Medicina






TAYATHA OM BEKANDZE
BEKANDZE MAHA BEKANDZE
RANDZE SAMU GATE SOHA

TAYATHA. Significa así.

OM. Simboliza el cuerpo la palabra y la mente.

BEKANDZE. Significa lo que elimina el dolor.

MAHA BEKANDZE. Gran eliminación del dolor.

RANDZE. Significa rey.

SAMU GATE. Significa el que se ha manifestado.

SOHA. Significa la bendición y la devoción.

El primer BEKANDZE elimina todo los sufrimientos del cuerpo y la mente, de la vejez, de la muerte y de le reencarnación.

El segundo BEKANDZE elimina todo las verdaderas causas del sufrimiento que se reflejan como enfermedad en el cuerpo, que son los negativos pensamientos en la mente. O sea el karma negativo creado por pensamientos negativos.

El MAHA BEKANDZE elimina todas las causas del sufrimiento hasta los sublimes en la consciencia y subconciencia.

La sadhana del Buddha de la medicina incrementa la salud, purifica el karma negativo y atrae buena fortuna, felicidad y excelencia.


"Uno de los beneficios de la practica del Buda de la Medicina es que nos ayuda al desarrollo espiritual y a recibir todo lo que requerimos para beneficiar a otros seres sintientes" - Lama Zopa Rimpoche.


Se utiliza para todo tipo de enfermedades y obstáculos. Es muy utilizado, por ejemplo para tener éxito en la consecución de un proyecto.


Visualización 1

El procedimiento de recitación es visualizando al Buda de la Medicina que es de color azul o bien, una esfera de luz azul imaginando que en esencia es el Buda de la Medicina. Se puede visualizar enfrente o sobre la coronilla.

Al recitar el mantra, se imaginan rayos de luz y nectar que viniendo de la esfera de luz, penetran por la coronilla y limpian de todas las enferme­da­des, tensiones y bloqueos. Al acabar la recitación el Buda se absorbe por la coronilla en el corazón y uno siente sus bendiciones Con este mantra también se puede obtener agua curativa por el mismo procedimiento de antes. En particular sirve para aumentar el poder de los medicamentos. Para esto se recita el mantra haciendo la visualización sobre ellos e imaginando que se llenan de la energía luminosa nuclear del Buda de la Medicina.


Visualización 2

Atendiendo a mi petición, descienden innumerables rayos de luz blanca que vienen del corazón y del cuerpo sagrado del Rey de la Medicina y llenan completamente mi cuerpo, desde la cabeza a los dedos de los pies, purificando todas las enfermedades y las aflicciones causadas por espíritus, con sus causas y todos los karmas negativos, así como la confusión mental. Gracias a la naturaleza de esta luz, mi cuerpo se vuelve tan puro y claro como el cristal. Los rayos de luz descienden de este modo dos veces más, llenando cada vez mi cuerpo de esa luz clara y pura que es fuente de beatitud. En mi corazón aparece un loto y un disco lunar. Erigida desde el centro del disco lunar se encuentra la sílaba OM, rodeada de las sílabas del mantra. Mientras recito el mantra, visualizo luz que irradia desde las sílabas del mantra a todo mi cuerpo. Los rayos de luz lo purifican, eliminando todas las enfermedades, que salen por los orificios inferiores en forma de pus y otras suciedades; también eliminan todas las negatividades de la mente, que salen por los orificios inferiores en forma de humo negro, quedando mi cuerpo transparente como el cristal, que a continuación se llena de néctar. Luego la luz irradia purificando a todos los seres y eliminando todas sus enfermedades y negatividades. Al final quedan en la forma del Buda de la Medicina.

*http://mantrasbudistas.blogspot.com.es



viernes, 14 de septiembre de 2012

FACUNDO CABRAL





"Nacemos para vivir, por eso el capital más importante que tenemos es el tiempo, es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con el favor de una mente que no tiene limites y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos".

"Ama hasta convertirte en lo amado, es más, hasta convertirte en el amor".

"De mi madre aprendí que nunca es tarde, que siempre se puede empezar de nuevo; ahora mismo le puedes decir basta a los hábitos que te destruyen, a las cosas que te encadenan, a la tarjeta de crédito, a los noticieros que te envenenan desde la mañana, a los que quieren dirigir tu vida por el camino perdido".

"Ahora mismo le puedes decir basta al miedo que heredaste, porque la vida es aquí y ahora mismo".

" Vive de instante en instante, porque eso es la vida".

"No te sientas aparte y olvidado, todos somos la sal de la tierra".

"En la tranquilidad hay salud, como plenitud, dentro de uno. Perdónate, acéptate, reconócete y ámate. Recuerda que tienes que vivir contigo mismo por la eternidad."

"Borra el pasado para no repetirlo, para no tratarte como te trataron ellos; pero no los culpes, porque nadie puede enseñar lo que no sabe, perdónalos y te liberarás de esas cadenas".

"Si estás atento al presente, el pasado no te distraerá, entonces serás siempre nuevo".
"Tienes el poder para ser libre en este mismo momento, el poder está siempre en el presente porque toda la vida está en cada instante".

"¡Pero no digas no puedo ni en broma, porque el inconsciente no tiene sentido del humor, lo tomará en serio, y te lo recordará cada vez que lo intentes!"

"Perdona a todos y perdónate a ti mismo, no hay liberación más grande que el perdón; no hay nada como vivir sin enemigos. Nada peor para la cabeza, y por lo tanto para el cuerpo, que el miedo, la culpa, el resentimiento y la crítica (agotadora y vana tarea), que te hace juez y cómplice de lo que te disgusta".

"El bien y el mal viven dentro tuyo, alimenta más al bien para que sea el vencedor cada vez que tengan que enfrentarse. Lo que llamamos problemas son lecciones, por eso nada de lo que nos sucede es en vano".

"No te quejes, recuerda que naciste desnudo, entonces ese pantalón y esa camisa que llevas, ya son ganancia. Cuida el presente, porque en él vivirás el resto de tu vida".

"Libérate de la ansiedad, piensa que lo que debe ser, será, y sucederá naturalmente".

"No estás deprimido, estás distraído, distraído de la vida que puebla. Distraído de la vida que te rodea: delfines, bosques, mares, montañas, ríos".

"De la cuna a la tumba es una escuela, por eso lo que llamas problemas son lecciones".

"Haz sólo lo que amas y serás feliz, y el que hace lo que ama, está benditamente condenado al éxito, que llegará cuando deba llegar, porque lo que debe ser será, y llegará naturalmente".

"Decide ahora mismo ser feliz porque la felicidad es una adquisición".

"Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Tenemos para gozar la nieve del invierno y las flores de la primavera".

"Ayuda al niño que te necesita, ese niño será socio de tu hijo. Ayuda a los viejos, y los jóvenes te ayudarán cuando lo seas. Además, el servicio es una felicidad segura, como gozar a la naturaleza y cuidarla para el que vendrá. Da sin medida y te darán sin medidas".

"Quizá el mayor desafío del ser humano en los albores del tercer milenio sea constatar que no estamos solos, que compartimos universo. Nos encontramos en la más preciosa aventura jamás vivida: la suerte inmensa de reunirnos, festejar, reír y materializar, desde nuestra individualidad, un universo de colaboración entre sus seres, quienes, gobernados desde nuestro universo interior, vivimos el sueño de ser amor universal".

"Se gana y se pierde, se sube y se baja, se nace y se muere. Y si la historia es tan simple, ¿por qué te preocupas tanto"

"No perdiste a nadie, el que murió, simplemente se nos adelantó, porque para allá vamos todos. Además lo mejor de él, el amor, sigue en tu corazón".

"Y que no te confundan unos pocos homicidas y suicidas, el bien es mayoría pero no se nota porque es silencioso, una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba que le destruya hay millones de caricias que alimenta a la vida".

DISFRUTENLO!!

miércoles, 29 de agosto de 2012

UN CURSO DE MILAGROS CON NICK ARANDES EN GRANADA


Un Curso de Milagros con Nick Arandes en GRANADA
Sábado 20 Octubre, 2012

-El curso sera impartido en dos tramos de tres horas por la mañana y por la tarde, con una hora para la comida.
-El lugar será en el hotel amalurragranada (Caparacena).
-El hotel dispone de la sala donde se realizará el curso, así como restaurante para el menú y la posibilidad de pernoctar, si así fuera necesario. Sería pues necesario indicar la asistencia al curso, si se va a comer el menú (12 eur), asi como si se quiere dormir la noche antes en el hotel llamando a Trinidad López (633433147) o a José Luis Jiménez (649210087) o mediante email (josluisj@hotmail.com).
-El precio del curso es de 40 eur.
-Las tarifas del hotel son: Habitación doble (50 eur); triple (70) y albergue (20/persona). Todos incluyen el desayuno.
-Si no tienes vehiculo para llegar desde Granada o quieres compartirlo podemos ponernos de acuerdo para salir desde algun punto de Granada.

Link del hotel amalurragranada: http://www.amalurragranada.com

Web de Nick Arandes: http://www.theradicalkid.com/promo/espanol/index.html

lunes, 20 de agosto de 2012

martes, 24 de julio de 2012

SALUDO AL SOL - SURYA NAMASKAR

El Surya Namaskar o Saludo al Sol


Se recomienda practicar el Surya Namaskar antes de comenzar las demás asanas, pues es un excelente método para dar elasticidad a las articulaciones y músculos del cuerpo, y masaje a todos los órganos internos lo que facilita la realización de los demás ejercicios. El Surya Namaskar o Saludo al Sol es considerado como el más completo de los ejercicios de Yoga, porque combina de manera armónica la respiración y las principales asanas en un movimiento continuado. Se compone de 12 posiciones que corresponden a cada uno de los 12 signos del zodíaco o también a las 12 fases del sol. El Sol desciende durante 6 meses en la cúpula celeste y luego asciende durante los otros 6 meses. De igual modo, el Surya Namaskar tiene 6 posturas descendentes y 6 ascendentes y se practican mirando hacia el Sol.

Resulta ideal que esta serie se realice de una manera muy concentrada durante 5 ó 10 minutos, una o dos veces al día. Sin embargo, también se pueden combinar mantras con Surya Namaskar, aumentando así beneficios físicos y espirituales. Para este propósito hay 12 mantras asociadas con cada una de las 12 posiciones y cada una de ellas es un saludo a una de las cualidades solares otorgadoras de vida. Así, cuando se usan los mantras, repitiéndose mental o verbalmente, es necesario hacer 12 ciclos de Surya Namaskar. Los principiantes no deben hacer gran número de ciclos, deben comenzar con 2 ó 3 para añadir diariamente un ciclo hasta llegar al número definido. Los estudiantes avanzados pueden practicar gran número de ciclos si así lo desean.

Precauciones:

La práctica del Surya Namaskar debe ser suspendida inmediatamente cuando existe une estado febril, las toxinas que generan la fiebre deben eliminarse mediante la práctica de otras asanas. Eliminada la fiebre debe reiniciarse la práctica. El practicante no debe ejecutar más ciclos de los que pueda hacer cómodamente, sin excesiva fatiga física. Las mujeres no deben practicarlo después del 4to. mes de embarazo.

Beneficios Generales:

En la descripción de cada etapa se incluyen los beneficios atribuibles a cada etapa particular. Pero además, por ser Surya Namaskar un ejercicio completo para todo el cuerpo, tiene muchos otros beneficios, incomparables, que se producen como el resultado de toda la serie, así por ejemplo tenemos:

a) Estimula, vigoriza y purifica todos los sistemas del cuerpo (nervioso, endocrino, circulatorio, respiratorio, digestivo, energético, etc.) regulando su funcionamiento y manteniendo el equilibrio entre ellos; pues la falta de este equilibrio es la causa de muchas enfermedades.

b) En términos del Ayur Veda, estos ejercicios equilibran todas las doshas o energías sutiles del cuerpo. Y su práctica diaria mantendrá el cuerpo saludable y acabando con el exceso de grasa.

c) Surya Namaskar es un excelente método para corregir las causas de las enfermedades cutáneas.

d) Así, el practicante se encontrará en posesión de una nueva vitalidad, no sólo física sino también mental ya que se liberará de todas las tensiones, ansiedades y cargas emocionales que la vida cotidiana en nuestra sociedad no deja de generar. O sea que sus efectos son de un estado de concentración y calma, en otros casos de alegría y paz, elevando la conciencia.

e) Finalmente, párese con los brazos a los costados, haga una inhalación profunda y cante el mantra tan fuerte como le sea posible; esto ejercita el pecho, los pulmones y las cuerdas vocales. Luego haga un ciclo de posturas; enseguida, cante el segundo mantra, haga otro ciclo de posturas y así sucesivamente.


Posición No. 1 Pranamasana (Postura de la oración)


Técnica: Párese derecho con los pies juntos. Coloque las palmas juntas frente al pecho. Cierre los ojos. Relaje todo el cuerpo y exhale totalmente. Tiempo de duración: 3 segundos.
Mantra: Om hram mitraya namah; Saludo al Sol amigo de todos.
Beneficios: Establece un estado de concentración y calma como preparación para el siguiente ejercicio.



Posición No. 2 Jasta Uttanasana (Postura de los brazos levantados)


Técnica: Con total conciencia de cada movimiento haga una inspiración lenta y completa al mismo tiempo que se levantan los brazos hacia arriba, estirándolos por detrás de la cabeza de modo que la punta de los dedos llegue lo más lejos posible. Mantenga los brazos separados el ancho de los hombros. Doble ligeramente hacia atrás la cabeza y la parte superior del tronco. Mire hacia atrás.
Permanezca inmóvil durante 8 segundos, reteniendo el aire en los pulmones.
Mantra: Om hrim ravaye namah; Saludo al Sol que brilla.
Beneficios: Estira las vísceras abdominales, quitando el exceso de grasa y mejorando la digestión. Ejercita los músculos de los brazos y los hombros. Tonifica los nervios de la espina dorsal. Abre todos los compartimientos de los pulmones.



Posición No.3 Pada Jastasana (Postura de manos y pies)


Técnica: Expire lentamente al mismo tiempo que regresa hacia delante doblando el tronco y conservando la cabeza entre los brazos estirados hasta que los dedos o las palmas de las manos toquen el suelo, a los lados o frente a los pies. Trate de tocar las rodillas con la frente pero no se esfuerce demasiado. Mantenga las piernas rectas y deje que la cabeza cuelgue al máximo.Trate de contraer el abdomen para
expulsar la máxima cantidad de aire y retener la respiración durante 8 segundos.
Mantra: Om hrum suryaya namah; Saludo al Sol que entusiasma a la actividad.
Beneficios: Es útil para eliminar y prevenir las dolencia estomacales. Reduce el exceso de grasa en la región del abdomen. Mejora la digestión. Ayuda a eliminar la constipación. Mejora la circulación sanguínea. Agudiza la columna vertebral y tonifica los nervios de la columna.



Posición No. 4 Ashua Sanchalanasana (Postura del paso extendido)


Técnica: Inhale lentamente levantando la barbilla y extendiendo la pierna derecha hacia atrás tanto como pueda, de modo que la rodilla toque el suelo, manteniendo las palmas de las manos sobre el piso. Al mismo tiempo, sin mover el pie izquierdo que se encuentra entre las palmas de las manos, doble la pierna izquierda para que la rodilla toque el pecho.
Levante el mentón al máximo posible llevando la cabeza hacia atrás, arqueada la espalda y la mirada dirigida hacia arriba. Al final del movimiento, el peso del cuerpo debe descansar en las dos manos, el pie izquierdo y la rodilla derecha. Tiempo de duración 15 segundos.
Mantra: Om hraim bhanave namah; Saludo al Sol que ilumina.
Beneficios: Da masajes a los órganos abdominales y mejora su funcionamiento. SE fortalecen los músculos de las piernas. Se obtiene equilibrio nervioso.



Posición No. 5 Parvatasana (Postura de la montaña)


Técnica: Exhale lentamente enderezando la pierna derecha y colocando el pie izquierdo junto al pie derecho, simultáneamente. Levante las nalgas y baje la cabeza de modo que quede entre los brazos hasta que el cuerpo se apoye sobre los talones (que deben estar firmemente apoyados sobre el piso) y las palmas
de las manos, formando 2 lados de un triángulo o una V invertida. Mantenga brazos y piernas rectas y la barbilla presionada contra el pecho. Duración 15 segundos.
Mantra: Om hraum khagaya namah; Saludo al Sol , viajero del espacio.
Beneficios: Fortalece los músculos y nervios de los brazos y las piernas. Dobla la columna en dirección contraria a la posición anterior, de modo que ayuda a agilizar la columna aún más. Tonifica e irriga los nervios de la columna.



Posición No. 6 Ashtanga Namaskar (Saludo al Sol con los 8 miembros)


Técnica: Reteniendo el aliento (no hay respiración), baje el cuerpo hacia el suelo dirigiendo la cabeza por delante de sus manos. Flexione y apoye primero las rodillas, luego el pecho y finalmente la barbilla; de modo que en la posición final de esta postura, sólo
toquen al suelo, la punta de los pies, las rodillas, el pecho, las manos y la quijada.
Las caderas y el abdomen deben estar ligeramente levantados del suelo. Duración 15”.
Mantra: Om hrah pushneya namah; Saludo al Sol el Nutridor.
Beneficios: Fortalece los músculos de los brazos y de las piernas. Desarrolla el pecho.



Posición No. 7 Bhuyangasana (Postura de la cobra)


Técnica: Inhale lentamente, al mismo tiempo que apoyándose sobre la palma de sus manos, levante el cuerpo de la cintura para arriba, estirando los brazos y doblando la cabeza hacia atrás. Duración 15 segundos.
Mantra: Om hram hiranyagarbhaya namah; Saludo al Sol el ser dorado cósmico.
Beneficios: Al expandirse el abdomen, se pone en circulación la sangre estancada en los órganos abdominales y se estimula su irrigación. Esta postura es muy útil para todas las dolencias estomacales incluyendo la indigestión y la constipación. El doblar la espalda hacia atrás ejercita la columna agilizando los músculos y revitalizando los más importantes nervios de la espina dorsal.



Posición No. 8 Parvatasana (Postura de la montaña)


Técnica: Exhale lentamente levantando las caderas simultáneamente, manteniendo los brazos y las piernas rectas. La cabeza deberá estar entre los brazos, la barbilla al pecho y los talones apoyados sobre el piso. Duración: 15 segundos.
Mantra: Om hrim marichaye namah; Saludo al Sol, Señor del alba.



Posición No. 9 Ashua Sanchalanasana (Postura del paso extendido)


Técnica: Inhale lentamente y traiga el pie derecho hacia delante, llevando la rodilla al pecho. La pierna izquierda permanece estirada hacia atrás de modo que la rodilla toque el suelo. Manteniendo las palmas de las manos sobre el piso, estire la cabeza y hombros hacia arriba y hacia atrás. Duración: 15 segundos.
Mantra: Om hrum adityaya namah; Saludo al Sol, hijo de Aditi.



Posición No. 10 Padajastasana (Postura de manos y pies)


Técnica: Exhale lentamente, y simultáneamente traiga el pie izquierdo junto al derecho, enderezando las rodillas. Las palmas permanecen en el piso junto a los pies. Presione la barbilla contra el pecho y lleve la frente hacia las rodillas, como en la posición No. 3.
Mantra: Om hraim savitre hamah; Saludo al Sol, el procreador.




Postura No. 11 Jasta Uttanasana (Postura de los brazos levantados)


Técnica: Inhale lentamente la mismo tiempo que levanta y eleva el tronco y los brazos extendidos hacia arriba por detrás de la cabeza. Arquee la espalda y dóblese hacia atrás como en la posición No. 2. Duración: 8 segundos.
Mantra: Om hraum arkaya namah; Saludo al Sol radiante.





Postura No. 12 Pranamasana (Postura de la oración)


Técnica: Exhale lentamente bajando las palmas y juntándolas frente al pecho, los dedos apuntando hacia arriba tal como en la posición No. 1
Mantra: Om hram bhaskaraya namah; Saludo al sol hacedor de luz.

Las posiciones descritas constituyen medio ciclo del Surya Namaskar. La segunda mitad del ejercicio consiste en las mismas posiciones salvo las pequeñas diferencias inherentes al cambio de pierna en las posiciones 4ta. Y 9na. Al llegar a la posición 24 se termina el ciclo completo de Surya Namaskar. Se aconseja hacer Shavasana durante unos pocos minutos después de haber terminado Surya Namaskar. Esto permite relajar todos los músculos del cuerpo normalizando el pulso y la respiración.

Fuente: www.yogainbound.org


viernes, 6 de abril de 2012

CUENTO INDIO. ALIMENTA TU LOBO BUENO

Un viejo cacique de una tribu estaba charlando con sus nietos, acerca de la vida y les dijo lo siguiente: "Una gran pelea está ocurriendo dentro de mi, es entre dos lobos".

Uno de los lobos es el resentimiento, la inferioridad, el miedo, la maldad, la avaricia, la mentira, el egoísmo, la envidia, el rencor, la culpa, el dolor, la ira.

El otro lobo, es la paz, el amor, la bondad, la alegría, la gratitud, la sencillez, la esperanza, la serenidad, la humildad, la compasión, la sinceridad, la misericordia, la generosidad."

Y después agregó:
"Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes y dentro de todos los seres de la tierra.”
Los niños pensaron por unos instantes y uno de ellos preguntó a su abuelo:
-"¿Y cuál de los lobos crees que ganará?".
El viejo cacique respondió: simplemente "El que alimentes"

Autor desconocido

domingo, 1 de abril de 2012

TARTA DE QUESO AL MICRO-ONDAS

Ingredientes:

- El zumo de un limón

- 1 Tarrina de queso

- 4 Huevos

- 1 Yogur blanco

- 1 medida de la tarrina de queso de azucar

- Mermelada de fresa

Preparación:

- Se baten en crudo todos los ingredientes menos la mermelada y se mete 15 minutos en el micro-ondas a la maxima potencia.

- Se le añade por encima la mermelada de fresa cuando la tarta este fria, se guarda en el frigorifico y se puede servir en un par de horas.

¡¡Buen provecho!!

viernes, 30 de marzo de 2012

Reiki en el hospital Ramón y Cajal

¿Qué es Reiki?

Reiki es una palabra japonesa que significa REI, energía universal y KI, energía vital.

Es una técnica de canalización y transmisión de energía vital a través de la imposición de manos, que se utiliza para obtener paz y equilibrio en todos los niveles:

Físico: mejoría en dolencias, lesiones, metabolismo,etc.
Emocional: problemas sentimentales, agresividad, infelicidad, etc.
Mental: hábitos dañinos, estrés, insomnio, etc.
Espiritual: armonía, paz, equilibrio, etc.

Reiki actúa en profundidad yendo a la raíz del problema físico o emocional, permitiendo que la emoción o el patrón de conducta que ha creado el desequilibrio, se manifieste y sea sanado.

También nos ayuda al crecimiento personal y a la expansión de nuestra conciencia.

La terapia Reiki pueden recibirla todos los seres humanos (adultos sanos, enfermos, embarazadas, niños y bebés), incluso también los animales y las plantas.
Es una terapia complementaria a la medicina convencional y terapias psicológicas reconocida por la Organización mundial de la salud (OMS).

El método Reiki se basa en la creencia hinduista sobre los Chakras, que explicarían los estados de salud de los seres humanos. Según esta creencia, el mal funcionamiento o bloqueo de uno o varios Chakras sería el que provoca o agrava el mal estado de salud dando lugar a enfermedades y trastornos.
El reikista actúa como canalizador de la energía universal y su objetivo es re armonizar los planos físico, emocional, mental y espiritual que han enfermado. Ha sido oficialmente reconocido y recomendado* por la Organización Mundial de la Salud (OMS - WHO) por sus resultados positivos, por ejemplo es altamente recomendable una sesión de Reiki antes y/o después de una operación.

Actualmente existen muchas corrientes de Reiki y en cada una de ellas se enseña de una forma distinta, sin embargo en todas se canaliza la misma Energía Universal, de ello es que estas corrientes de Reiki actúan bajo el mismo principio.

*Cita del documento "Normative Guidelines on Pain Management (Geneva, June 2007 Report Prepared by: Prof. Neeta Kumar.)"

domingo, 19 de febrero de 2012

ENTREVISTA A ADYASHANTI (2)

A principios del 2004 empecé a oír hablar de un flamante maestro «post-zen» que tenía la habilidad de esclarecer la confusión general acerca del despertar espiritual. Su inusual claridad iba acompañada de compasión y de humor coloquial. Como yo soy curiosa por naturaleza, decidí pasar algún tiempo con Adyashanti para realizar una investigación en primera persona. Tuve el privilegio de entrevistarle en dos ocasiones a lo largo de casi cuatro horas (que era, más o menos, el tiempo máximo que yo podía resistir concentrada en sus ojos sin sentir cómo se me partía en dos la cabeza). Curiosamente, después de cada una de las entrevistas sentí que la presencia de Adyashanti había significado una especie de regalo inmenso; sentía como si el sol de su mente despierta hubiera estado brillando sobre mí de un modo concentrado, liberando ciertos patrones de limitación. Aprovecho el final de esta edición de La Danza del Vacío para presentar un extracto de una de nuestras conversaciones, y lo hago llena de gratitud, desde la calidez de mi corazón.

Tami Simon: Adya, espero que no te incomode el tema que quiero tratar. Me gustaría hablar de ti: de Adyashanti el hombre, la persona, el ser humano.

Adyashanti: [Risas]

TS: No de tus ideas.

Adya: De acuerdo.

TS: Cuando terminé de leer La Danza del vacío me quedé con la pregunta de ¿quién es este tipo? ¿Viene de otro planeta? ¿Tuvo padres de verdad?

Adya: Vale.

TS: Me encantaría saber algo de tu biografía. ¿Cómo era tu familia? ¿Eran religiosos? ¿Qué hacías de niño?

Adya: Bien. Nací en una familia estupenda, algo que llegué a comprender con el paso del tiempo, aunque en cierto modo ya me había dado cuenta antes. Tuve dos buenos progenitores y dos hermanas: una más mayor y otra más pequeña. Lo que recuerdo de mi infancia, predominantemente, es que yo era extraordinariamente feliz. Alguien le preguntó alguna vez a mi padre qué era lo que más recordaba de mi niñez, a lo que contestó que yo «sonreía continuamente». Y eso es lo que recuerdo de mi infancia. Pasé por momentos difíciles, como todo el mundo. Me metí en problemas, como todos los demás, e hice cosas estúpidas. Tuve momentos duros. Pero, en general, cuando miro hacia atrás recuerdo la infancia como una experiencia agradable, por encima de todo. Entré en ella sonriendo, y eso conformó la mayor parte de mi niñez.

No crecí en una familia específicamente religiosa, aunque la religión y la espiritualidad, curiosamente, formaban parte del cóctel. Cuando nos reuníamos con los parientes (cosa que hacíamos muy a menudo, porque todos mis parientes -tíos y tías, abuelos y primos- vivían a media hora de donde crecí), la espiritualidad y la religión solían formar parte de la conversación. De niño no me implicaba directamente en muchas de esas conversaciones, pero las escuchaba y me quedaba fascinado. Todas mis películas preferidas, por ejemplo, eran películas religiosas como Los diez mandamientos, con Charlton Heston, y Ben Hur. Me sentí atraído hacia la espiritualidad y la religión desde pequeño, aunque nunca de un modo obvio. Al ir creciendo también tuve lo que podríamos llamar experiencias místicas. De niño nunca las consideré místicas o especiales, ni siquiera inusuales.

TS: ¿Qué clase de experiencias?

Adya: Bueno, una luz blanca me visitaba por las noches en el borde de la cama, por ejemplo.

TS: ¿Como una bola de luz blanca?

Adya: Sí, como una bola de luz blanca en el borde de la cama. Como a la mayoría de los niños, estas cosas no me parecían raras. Simplemente pensaba: «Vaya, la bola de luz blanca ha venido a hacerme una visita esta noche». Y era estupendo siempre y un poco intrigante. Según fui creciendo tuve varias experiencias parecidas. A veces me ponía a mirar el interior del armario o del vestidor y me fundía con la madera, convirtiéndome en el cajón del vestidor. En ese momento me intrigaba y me resultaba muy placentero, aunque no me parecía raro, formaba parte de mi experiencia.

En el instituto, cuando llegué a la adolescencia, empecé a tener experiencias que no compartía con nadie, pero cuando sucedían decía que se trataba de «uno de esos días». En «uno de esos días» me despertaba por la mañana y me sentía como si todo fuese uno. Y en uno de esos días sentía como si algo distinto estuviese mirando a través de mis ojos, algo completamente misterioso, muy antiguo y eterno. Aprendí a tener cierto cuidado cuando iba al colegio en uno de esos días, porque lo que miraba a través de mis ojos quería ver las cosas muy de cerca y con mucha intensidad. Tenía que prestar atención para no acercarme demasiado a la gente al mirarla, porque lo que ocurría tenía cierto poder (por llamarlo de alguna forma). Cuando miraba a alguien a los ojos daba la sensación de que me quedaba así demasiado tiempo, y eso les sorprendía. No sabían qué hacer. Sentían que algo fuera de lo corriente estaba sucediendo, así que normalmente empezaban a mirar a otra parte. Su mirada parecía asustada, como si supiesen que no podían comprender qué estaba pasando. Yo no quería asustar a nadie, así que intentaba evitarlo, en la medida de lo posible. Esto generalmente duraba entre uno y tres días, en los que deambulaba sintiéndome uno con todo, más o menos eterno, atemporal, visitado por una cualidad completamente distinta. Y después desaparecía. Tenía uno de esos días tres, cuatro o cinco veces al año.

TS: ¿Nunca hablaste de esto con tus padres?

Adya: No.

TS: ¿Ni con tus profesores, ni con nadie?

Adya: No, nunca hablé de ello. De hecho, la primera visita (la visita más poderosa, realmente) tuvo lugar cuando iba a la escuela primaria. Cuando estaba en el recreo, en el patio de cemento, me encantaba jugar con los barrotes y me lo pasaba estupendamente. Un día me detuve al borde del patio y vi a todos los niños jugando en el césped, detrás de los barrotes. De pronto sentí como si algo estuviese empujando a este niño a un lado, de tal forma que lo que miraba a través de mí era algo inmensamente grande. La mente me trajo el siguiente pensamiento... o tal vez llegó desde algún otro sitio: nos hemos deshecho del niño. Me vi muy fuera de la periferia de esta conciencia, completamente expulsado. Era como si estuviese mirando a través de unos ojos... al describirlo ahora sólo puedo decir que era como si estuviese mirando a través de los ojos de la eternidad. Lo que miraba parecía muy antiguo y, a la vez, muy joven e inocente. Miré fuera y, antes de nada, me di cuenta de que ninguna persona del patio (profesores y niños) estaba viéndolo igual. Yo tampoco había visto las cosas así antes. Fue bastante sorprendente. Duró algún tiempo, posiblemente el resto del día.

TS: ¿Tendrías cinco o seis años?

Adya: Creo que estaba en tercero, así que probablemente ocho o nueve años.

TS: ¿Y cómo interpretarías ahora las experiencias de «uno de esos días»?

Adya: ¿Ahora? Las llamaría anticipos. Anticipos de algo que estaba por llegar y que llegó, algo que iba a ser mucho más permanente. Fueron como pequeños anticipos, vislumbres de determinados aspectos del despertar.

TS: Bueno, Adya. Sabía que no eras una persona común, pero eres la primera persona que conozco, en el mundo de la espiritualidad, cuya infancia haya sido feliz.

Adya: Yo también me he dado cuenta. A mí también me sorprende.

TS: De las personas que conozco, las que se sienten atraídas por la espiritualidad dicen cosas del estilo de «cuando era un niño, nadie me entendía». Lo que sienten algunos es: «No pertenezco: soy un inadaptado social».

Adya: Exacto. Bien, yo siempre supe que no pertenecía y eso nunca me molestó. Sabía que era un poco diferente de los demás niños. Pero nada más era lo que era. Por una parte, yo era un poco solitario. Pero también jugaba con los barrotes de la escuela y tenía unos cuantos amigos. Lo cierto es que sentí desde el principio que había algo en mí un poco diferente (no especial, sino diferente). Por una u otra razón nunca lo interpreté como una deficiencia, y creo que se lo debo a mis padres, en gran medida. Cuando estaba en primaria, mis padres descubrieron que tenía dislexia. Me imagino que hoy en día probablemente me habrían diagnosticado ADD [desorden por déficit de atención].

TS: ¿Por qué?

Adya: Porque tenía dificultades para concentrarme. También tenía muchísima energía. Aunque me hubiesen diagnosticado ADD no creo que lo hubiera tomado como un problema o como algo anormal que precisara medicación o algún tipo de arreglo; al menos mi experiencia no lo ve así. No era más que un niño con muchísima energía. Y con dislexia. Veía los números y las letras al revés, y en algunas clases de matemáticas y de lectura salía del aula y recibía clases especiales. Mirando hacia atrás, lo increíble es que no me sintiese alienado, aislado ni inferior con relación a los niños que me rodeaban. Mi madre tenía un gran mantra. Me decía: «Eres diferente, sí». Y también: «Eres raro, sí». Porque mi madre también era rara, en gran medida. Tenía un gran sentido del humor. Jugábamos todo el tiempo. Tanto mis progenitores como el resto de la familia tienen un gran sentido del humor. Así que su mantra era: «Somos simplemente maravillosos. Tú eres raro. Yo soy rara. Y la rareza es absolutamente maravillosa. Es fantástica. Tienes que estar contento al respecto». Algo en mí lo asimiló de niño. Lo creí. No me creía mejor por ser raro. Era simplemente maravilloso, estupendo. Creo que tuve mucha suerte. A pesar de las experiencias y las oportunidades que me podrían haber hecho que me sintiera inferior a los demás o un poco aislado, nunca lo interpreté así. Yo pensaba que no era más que una parte de lo que yo era.

TS: ¿Qué fue lo que te motivó a implicarte en la búsqueda espiritual?

Adya: Bueno, eso es lo curioso. Un día, no recuerdo bien cuándo, leí algo acerca de la iluminación. Creo que fue en un libro zen. Ni siquiera estoy seguro de cómo me hice con él.

TS: ¿Cuántos años tenías en ese momento?

Adya: Unos diecinueve. Cuando leí acerca de la iluminación, algo se encendió en mi interior, como si fuese una bombilla. Me intrigó. Pensé: ¿qué es esto? Mi interior comenzó a interesarse por todo este mundo. Lo que me motivó a cultivar este interés fue una hermana de una tatarabuela, que era muy psíquica, y tenía fama, en la familia, de estar metida en todo tipo de excentricidades. Ahora me doy cuenta de que estaba muy despierta a nivel espiritual. Recuerdo cuando entraba en mi habitación con los ojos encendidos en fuego. Cuando la conocí tenía unos noventa años y era capaz de realizar viajes astrales. Podía abandonar su cuerpo y marcharse donde quisiera, lo cual aterrorizaba a todo el mundo, pues podía anticipar lo que le pasaba a la gente, incluso la llegada de su hora o si ya habían muerto. Decía cosas como: «¿Por qué no llamas a fulanito o a menganito? Están a punto de morirse». Así que tuvo que aprender a quedarse callada.

TS: Claro.

Adya: Solía ocultar sus habilidades psíquicas. Sólo habló con mi madre sobre eso, en secreto. De cualquier forma, los viajes astrales me parecían algo muy divertido y coincidió con la época en la que me interesé por todo lo relacionado con la iluminación. Así que compré un librito para aprender a realizar viajes astrales. Había que seguir una serie de pasos. Uno de ellos era sentarse a meditar durante diez minutos y después había que hacer otras cosas. Bien, con los viajes astrales fracasé estrepitosamente. Me sentía como una roca que no se elevaba nunca del suelo. Pero la primera vez que me senté a meditar durante diez minutos me sucedió algo que me intrigó muchísimo. En la meditación entraba en contacto con algo, aunque no sabía con qué, con un ámbito de la experiencia que me fascinaba profundamente. Enseguida olvidé los viajes astrales y sentí que la meditación tenía algo muy importante para mí. Así que empecé a meditar y a leer unos cuantos libros al respecto. En pocas semanas, literalmente, desperté una mañana y me di cuenta de que la vida que había sido mía ya no lo era. Simplemente supe que «esta vida no es mía», entendí que pertenecía a este asunto de la iluminación. Independientemente de qué dirección tomase, del lugar al que me condujese, ni siquiera podía seguir eligiendo. De ser algo que perseguía, pasó a convertirse en algo que se había apoderado de mí. De una forma muy visceral, sentí que estaba bajo su control. Se había apoderado de mí y así seguiría para el resto de mi vida. Me asusté un poco, ¿sabes?, pero también fue emocionante. En ese momento mi vida dio un giro. Esa mañana. No fue una decisión. Y yo no estaba intentando evitar el sufrimiento.

TS: ¿No existía ninguna desesperación existencial en el corazón del Stephen Gray de diecinueve años?

Adya: Bueno, tal vez hubiese alguna. Cuando intentas contar tu historia el resultado es siempre muy parcial. Viví muchos momentos difíciles (separaciones devastadoras o situaciones muy, muy complicadas), así que no voy a pretender no haber pasado por ningún momento difícil en la vida. Tampoco fingiré si digo que esos momentos no jugaron un papel importante en la búsqueda de la iluminación. Lo único que puedo decir es que me interesé en esto, desde el principio, porque quería averiguar si la iluminación tenía algo que ver con la verdad o con la realidad suprema. Eso fue lo que me hizo seguir. Una mañana me desperté pensando que si no descubría lo que estaba pasando, nada en el mundo tendría sentido.

TS: ¿Fuiste a la universidad?

Adya: Acudí a la universidad por un tiempo y terminé pasando cinco o seis años en un colegio universitario.

TS: ¿Qué estudiabas?

Adya: Un montón de cosas. Cuando entré, nada más acabar el instituto, quería ser terapeuta. Por esa época había leído muchos libros sobre psicoterapia, probablemente unos doscientos. Curiosamente, durante los años de instituto, si lo podía evitar apenas leía nada. Pero en cuanto me encontré con todo este asunto de la iluminación, empecé a devorar los libros que me interesaban. Creía que quería ser psicólogo y cuando fui a la primera clase de psicología pensé: «No, ya veo de qué va esto y no es lo que me interesa». Entonces pensé que «bueno, tal vez sociología», y asistí a unas cuantas clases, pero en seguida me di cuenta de que no, que tampoco era eso. Entonces asistí a una clase de religiones orientales y eso se acercaba más a lo que quería, pero me di cuenta de que no, que tampoco era eso. No quería convertirme en un académico de las religiones, ni en un experto. Así que me pasé cinco o seis años en la universidad, deambulando de aquí para allá. Yo era muy bueno en filosofía, por alguna razón, pero enseguida supe que no, que tampoco era eso. Ninguno de esos tipos había descubierto la verdad que yo buscaba. Lo sabía, sin más. Y en eso consistió mi paso por la universidad. En realidad no estaba allí. Estaba buscando una vocación, pero también buscaba algo que me dijese qué podía hacer con lo que me estaba sucediendo a nivel interno. Y no lo encontraba. Con veinticuatro años ya no iba a la universidad. Trabajaba en tiendas de bicicletas y estaba metido de lleno en la búsqueda de la iluminación.

TS: ¿Y cómo la buscabas?

Adya: Bueno, encontré a mi maestra cuando tenía unos veinte años.

TS: ¿Puedes contarme cómo sucedió?

Adya: Encontré su nombre en un libro de Ram Dass, Viaje a la iluminación. La contraportada del libro tenía una lista de centros espirituales. En esa época, hace veinticinco años, un listado de la mayor parte de los centros espirituales de Estados Unidos sólo ocupaba un apéndice de cincuenta páginas. Ahora probablemente ocuparía volúmenes. Yo estaba interesado en el zen y vi que había un centro en Los Gatos, a tan sólo diez minutos de mi domicilio, así que me dije: «Dios mío, no me puedo creer que haya alguien enseñando zen en Los Gatos». Mi maestra [Arvis Justi] no tenía ni idea de qué hacía su nombre en ese libro, pues no se anunciaba mucho, pero de un modo u otro su nombre estaba ahí. Cuando acudí a la dirección de la lista, me esperaba un gran templo zen o algo así, pero me encontré con una casa residencial en la que colgaba un cartel que te instaba a entrar por la puerta trasera. Y cuando llegué a la puerta corredera de cristal de la parte de atrás me saludó una mujer mayor que me dijo: «Pasa». Así fue como conocí a mi maestra. Enseñaba en su casa con mucha discrección.

TS: ¿Cómo supiste que era tu maestra?

Adya: Bien, ésa es otra de las rarezas de mi espiritualidad: no se ha enfocado nunca en los maestros. Busqué un maestro por razones muy prácticas; si hubiese querido aprender matemáticas, habría buscado un buen profesor de matemáticas. Pero yo estaba interesado en la iluminación. Quería encontrar un maestro espiritual porque pensé que me podría ayudar a encontrar lo que buscaba. No buscaba a alguien a quien venerar. No creí jamás que alguien pudiese encontrar por mí lo que yo estaba buscando. Eso no era lo que buscaba. Mi romanticismo me había hecho imaginar trajes zen, templos, y todas esas cosas, así que me sentí un poco desilusionado. Ahí estaba esta mujercita, en su barrio, a diez minutos del lugar que me había visto crecer, y para meditar usábamos su cuarto de estar. Por fuera no tenía nada particularmente impresionante. Y, sin embargo, por alguna razón seguí volviendo y volviendo y volviendo y volviendo. Con el tiempo empecé a darme cuenta de que era mi maestra. Fui a unos cuantos lugares más para hacer retiros más largos, y ella fue quien me envió a casi todos ellos. Me envió al Centro Zen Sonoma Mountain a hacer retiros largos, pues ella no los organizaba. De ahí surgió mi relación con Kwong Roshi, que duró seis o siete años, más o menos; acudía allí todos los años para hacer retiros. El mayor impacto de estos retiros largos fue que me abrieron los ojos y pude constatar que todas las verdades que enseñaba el centro zen se encontraban también en la casa de esa mujercita, justo en mi barrio. Y esto me cogió por sorpresa, pues ella era una persona muy normal, no se daba aires, no interpretaba el papel de maestra ni nada de eso. Por alguna razón, cuando me iba de retiro y regresaba, veía lo que me había perdido, lo que ya estaba disponible en ella. Lo vi perfectamente claro. Y me quedé atónito. A partir de entonces dejé de sentir la necesidad de ir a ningún otro sitio.

TS: ¿Crees que ella era un ser iluminado?

Adya: Tendrías que preguntárselo a ella.

TS: ¿Vive todavía?

Adya: Sí. De hecho, viene a la oficina todos los viernes. Tal vez te la encuentres. Pone etiquetas a las cintas del sangha.

TS: ¿De veras?

Adya: No es broma. Ella ya no enseña. Lo dejó unos meses después de pedirme que enseñase yo. Ella no sabía que iba a dejar de enseñar. Simplemente... ocurrió.

TS: ¿Por qué me has dicho que le tendría que preguntar a ella si está o no iluminada?

Adya: Porque en realidad no me gusta hablar de la iluminación o de la ausencia de iluminación de los demás. Y en esa época, aunque suene gracioso, eso no era especialmente relevante para mí.

TS: Eso suena raro.

Adya: Lo es y soy consciente de ello. Al mirar atrás, a mí también me suena raro. Si tuviese que ponerme a buscar un maestro ahora mismo, esa cuestión tendría una relevancia extraordinaria. Con esto no quiero decir que no lo tuviese en mente, pero lo único que me interesaba (simplemente) es que esa persona fuese capaz de ayudarme en el camino. ¿Ha avanzado lo suficiente? Eso era lo único que me interesaba de veras. Y obviamente, veía que ella me podía ayudar en el camino. Definitivamente, me llevaba mucha ventaja.

TS: ¿Y ahora se dedica a poner etiquetas?

Adya: Sí. Alrededor de un año después de que me pidiese que enseñara y de que ella lo dejase, le descubrieron un tumor en un ojo, del tamaño de una pelota de golf. Cuando la operaron para quitarle el tumor (ya sabes que esas operaciones son muy delicadas) perdió el control de un lado del cuerpo, temporalmente, y su memoria quedó desbaratada, así como algunas de sus funciones cognitivas. Tardó mucho en recuperarse de todo eso, y finalmente pudo volver a conducir y a desenvolverse sola. Aún tiene problemas con la memoria, pero yo le digo siempre que su memoria es más o menos como la mía, así que no tiene mucho de qué quejarse. Lleva unos ocho años en este proceso de recuperación, y el hecho de poder ver cómo se desprendía de su papel de maestra al ver que le había llegado el momento supuso para mí una auténtica lección. Ha sido una verdadera lección de humildad. Aquí tenemos el ejemplo de una persona que estuvo enseñando durante treinta años (a pequeña escala, sí, pero eso no significa que no ejerciese ese papel) y que viene ahora a la oficina a poner etiquetas en las cintas porque quiere seguir sirviendo al dharma. Es un ejemplo extraordinario de lo que implica el no dejarse atrapar por ningún papel y el no preocuparse de cómo te vean o cómo te miren los demás. Ella no necesita cumplir ninguna expectativa, se limita a aceptar de buen grado todo lo que le sucede. Todavía sigo aprendiendo de ella. Me enseña al mostrarme algo que muy pocas personas pueden hacer. Ella se puede deshacer de su papel y hacer lo que le toque, ya sea conocido o no, oculto o no. Esto representa una auténtica lección para mí.

TS: Bien, volvamos al Adya de veinte años. Trabajas en una tienda de bicicletas. Meditas. Vas a retiros.

Adya: Había construido un pequeño zendo en la parte trasera del jardín y meditaba a diario entre dos y cuatro horas; leía cientos de libros y escribía mucho, diarios sobre todo. Me centraba en lo espiritual desde todos los ángulos razonables. A mis veinte años el entorno era muy distinto al de ahora. Yo no tenía ningún colega. A nadie de mi edad le interesaban estos temas. Apenas hablaba de esto con nadie. La mayoría de meditadores eran mucho más mayores que yo, así que todo era bastante solitario.

TS: ¿Y se produjo algún cambio en un momento dado?

Adya: El primer cambio se produjo cuando tenía veinticinco años. Me había estado esforzando en mi práctica de forma muy agresiva, masculina, intentando abrir las puertas de la iluminación mediante una enorme cantidad de esfuerzo y mucha determinación, pues eso era a lo que estaba acostumbrado. Yo crecí siendo deportista y ciclista de competición. Y era disléxico. Aprendí que tenía que esforzarme más que los demás para conseguir lo que necesitaba y lo que quería. Así que creí que la espiritualidad funcionaría igual. Y el zen fomenta lo mismo, prácticamente. Ya sabes, medita más que nadie. Es como si el zen lo fomentase inconscientemente. Así que me pasé entre seis y ocho meses llegando continuamente al límite al preguntarme, de camino a mi trabajo en Palo Alto: «¿Qué es esto? ¿Qué es esto? ¿Qué es verdad?». Creí, literalmente, que iba a volverme loco cualquier día, pues pensaba que un ser humano no podría aguantar esa intensidad interna por mucho tiempo. Pensaba que iba a acabar en una sala psiquiátrica, pues estaba llegando al límite de lo psicológico. O estaba siendo llevado a él.

Un día, estaba en el cuarto de estar y sentí con mucha intensidad que tenía que descubrir la verdad, y que tenía que hacerlo en ese preciso momento. Así que salí al jardín, me senté a meditar y realicé un esfuerzo increíble para aquietar la mente y traspasar alguna barrera. Ni siquiera sabía cuál. Y de repente sentí como si hubiera acumulado todo el esfuerzo de los últimos cinco años y lo hubiera comprimido en un minuto. Comprendí, sin más, que no podía descubrir la verdad. No podía hacerlo. Y en cuanto dije «no puedo hacerlo» sentí, simultáneamente, que todo se relajaba. Y cuando se relajó todo sentí una explosión interna (es la única forma en la que puedo describirlo). Es como si alguien me hubiese conectado a un enchufe de la pared. Sentí una gran explosión interna, mi corazón empezó a latir con más fuerza, mi respiración se aceleró y pensé que iba a morirme, pues mi corazón nunca había latido tan deprisa. Como había sido deportista, estaba muy acostumbrado a cuál era el ritmo máximo de mi corazón. Y esto estaba muy, muy por encima. Pensé, literalmente, que mi corazón iba a estallar. En algún momento pensé que, fuese lo que fuese, esa energía iba a matarme. Pensé que no podría aguantar mucho tiempo. Y justo después pensé: «Si necesito pasar por esto para descubrir la verdad, de acuerdo, estoy dispuesto a hacerlo ahora». Así es como sucedió, sin más, sin terciar valentía ni bravuconería alguna. Fue así: estoy dispuesto a morir. Punto. Eso es. Y en cuanto me dije eso y lo sentí realmente, la energía desapareció. De repente estaba en el espacio... me convertí en espacio. Todo lo que me rodeaba era espacio. Espacio infinito, nada más. Y sentí una especie de descarga de visiones en ese espacio, pero se sucedían tan rápido que ni siquiera reconocía de qué se trataba. Tenía cientos de visiones por segundo. Como cuando te descargas un programa informático en el ordenador. Sentía como si algo se estuviese descargando en mí con tanta velocidad que, aunque no podía comprender ninguna de sus partes, podía sentir la aparición de visiones. Así que me quedé ahí sentado percibiéndome espacio, dejando que esas visiones se descargasen en mi sistema; esto se prolongó durante un tiempo, no sé cuánto, un rato. Después se detuvo y en un momento dado me di cuenta de que tenía que levantarme de mi cojín y hacer lo que siempre hacía: me levanté, miré la figura de Buda que tenía en mi altar y me postré ante ella. Y en cuanto lo hice empecé a reírme a carcajadas. Jamás había tenido una risa tan hilarante. Lo más divertido de todo es que pensé: «Llevo cinco años detrás de ti». Y en ese momento supe detrás de qué había ido. Lo había conseguido. Y no me lo podía creer. Era como «vaya, he estado detrás de lo que yo ya era». Así que me reí mucho y salí de la habitación. Ése fue el primer despertar.

Lo divertido es que cuando salí de la habitación, en plena revelación de felicidad, dicha y tremendo alivio, una vocecita que me he acostumbrado a escuchar desde entonces me dijo: «No es esto. Sigue avanzando». Y pensé: «Demonios, ¿no puedo quedarme a disfrutar aquí? ¿Ni siquiera un momento?». Pero esa vocecita seguía diciéndome: «No es esto. Sigue avanzando». Y yo sabía que era verdad. De alguna manera, sabía que esta voz no le restaba importancia a lo que había sucedido. La voz no me estaba diciendo: «Esto no tiene valor, no es cierto, no es relevante». Lo que decía la voz era: «Todavía hay más. No lo has visto todo. Has visto una parte muy importante, pero sigue avanzando. No te detengas aquí».

Pero en ese momento todo cambió. A partir de entonces, mi energía de buscador espiritual (ese impulso desesperado) desapareció y ya no regresó nunca más. Esforzarme tanto para conseguir algo que ya tenía, para convertirme en lo que ya era, dejó de tener sentido.

TS: ¿Qué nombre le darías a esta experiencia? La habías «saboreado» de pequeño; ¿era esto un...?

Adya: Lo llamaría despertar.

TS: De acuerdo.

Adya: Pero no comprendía a qué me había despertado. Lo que comprendí es que yo era lo que buscaba. Lo sabía: soy lo que estoy buscando. Yo soy esta verdad. Y justo después, me hacía la siguiente pregunta: «¿Qué es esto? Yo lo soy. Sé que lo soy. Pero no sé qué es». Ésta es la parte que no sabía. Tuve un despertar, pero no fue completo. Fue una parte de la foto, quizá una parte considerable, pero la siguiente pregunta surgió casi de inmediato: «¿Qué es esto?». Y se convirtió en la pregunta a la que quería responderme.

Seguí meditando mucho. De cara a los demás seguía haciendo lo mismo que antes, pues sabía que había más y la meditación era mi forma de buscar. Pero desde ese momento, casi todo lo que me sucedió a nivel espiritual, en realidad no ocurrió mientras estaba sentado en el cojín. En los siguientes cinco o seis años, casi todo lo que me sucedió a nivel espiritual, realmente se manifestó en mi vida cotidiana. Aunque por esa época ya no participaba en carreras ciclistas de competición, tras ese primer despertar yo seguía montando y entrenando como si tuviese que competir. Y comencé a cuestionarme: «¿Por qué lo hago? ¿Por qué entreno como si fuese un deportista de élite, cuando no lo soy?». Podríamos decir que iba asociada a una buena imagen personal, no sólo por el hecho de estar en forma física, sino por la imagen que se tiene de un deportista de élite.

TS: Es genial.

Adya: Sí, es genial. En cierto sentido tienes poder, a nivel físico. Y aunque en mi vida cotidiana no me comportaba con los demás de un modo dominante, en el deporte tenía cierto poder. Aunque empecé a darme cuenta de que esto sólo perpetuaba mi antigua imagen, por alguna razón no podía dejar de hacerlo.

Entonces, a la edad de veintiséis años desarrollé una enfermedad que nadie pudo diagnosticar. Me mantuvo en cama durante casi seis meses. Podía moverme, pero a duras penas. Estaba malo. Enfermo. Padecí una cosa después de otra y pasé seis meses sin levantarme de la cama. Al final, evidentemente, del deportista no quedó nada. Y cuando el deportista salió de mi sistema me sentí de maravilla, pues es muy duro seguir siendo poderoso en el deporte cuando te sientes tan débil como un gatito. Y me di cuenta de que me sentía estupendamente. Me sentía fenomenal sin esa persona. Era muy liberador.

Me gustaría decir que la historia terminó ahí, pero un año después, cuando recuperé la salud de nuevo, me desperté un día y empecé a entrenar, sin siquiera ser consciente de ello. Simplemente volví a hacer lo mismo. Hasta que no me metí de lleno, no me di cuenta de lo que estaba haciendo, y entonces pensé que estaba haciéndolo otra vez. Y sabía de qué iba. Tenía que ver con esta imagen personal, con esta persona. Y me hubiera gustado poder limitarme a relajarme al darme cuenta de lo que estaba haciendo, pero no estaba preparado. Así que volví a caer enfermo durante otros seis meses, y esta vez fue peor. Tuve una infección nasal, una infección pulmonar y mononucleosis. Todo esto destrozó en gran medida la imagen personal que me había construido. Cuando la enfermedad eliminó a esa persona, el deseo de reconstruirla no volvió a surgir. Considero que eso fue un desarrollo espiritual. No me liberé de mi imagen mediante la meditación... pasé por la escuela de los golpes duros. Hay una inteligencia que toma las riendas y nos hace pasar por lo que necesitemos con tal de que nos relajemos.

En esa época también viví una relación completamente ridícula que fue muy perjudicial para mi salud. La relación sacó a la luz el material no resuelto de mi sombra. Te enamoras de todas tus debilidades, y eso saca lo peor de ti. En mi caso, la relación sacó a la luz diversos roles, como el de ayudador y, evidentemente, el desastre fue total. Afortunadamente, se terminó en poco tiempo, pero su efecto fue similar al de la enfermedad: me arrebató todas esas imágenes, todas esas personas que me había acostumbrado a ser: una buena persona, alguien simpático que ayuda a los demás... todo eso. Las desgarró de mi sistema, me mostró lo falsas y farsantes que eran, y aprendí que sólo me las ponía porque tenía miedo de dejar de hacerlo. ¿Quién sería sin ellas?

Entre las enfermedades y esa relación, me hice añicos. La falsedad fue saliendo de mí poco a poco. Y cuando todo esto terminó, me sentí bastante libre. Era maravilloso. Me encontraba de nuevo en el vacío y comprendí que podía ser espacio de un modo sencillo, humano. Permaneciendo en medio de una acera, sin más, sin sentir la obligación de ser nadie ni de aparecer bajo la forma de alguien. El deseo de ser visto de una determinada manera había salido de mi sistema. Este desgarramiento no fue fácil ni divertido, pero el resultado final fue fantástico. Al mirar atrás me doy cuenta de que eso me preparó para el «despertar final». El despertar total llegó pisándole los talones a estas desgarradoras experiencias. De hecho, lo experimenté unos meses más tarde, poco después de mi boda con Annie.

Tenía treinta y tres años, acababa de casarme y había conseguido un trabajo de verdad. Me había puesto a trabajar de aprendiz en el negocio de mi padre, así que estaba haciéndome una carrera de bien. También estaba empezando a salir de la grieta en la que había vivido hasta entonces (enfocado específicamente en una espiritualidad interna). Y fue entonces, con treinta y tres años, cuando me di cuenta de que este proceso quizá no se completaría jamás, y pensé que lo mejor que podía hacer era proseguir con mi vida. Así que acabé casándome y consiguiendo un trabajo de verdad. Creo que esta predisposición a comprometerme con la vida fue una parte muy importante de mi progreso espiritual personal. Un par de meses después de mi boda con Annie experimenté el segundo despertar (el día de San Patricio, lo que no deja de ser divertido, pues Annie procede de una familia completamente irlandesa, y su linaje es irlandés).

TS: ¿Tienes la sensación de que la boda creó la estabilidad necesaria para este segundo despertar?

Adya: Muy agudo. Sí. No puedo asegurarlo, pero desde entonces tengo la sensación de que me faltaba un elemento en todo esto, una cierta estabilidad. En ese momento tenía un trabajo con el que podía ganar lo suficiente y me había casado con una persona maravillosa. Y en ese momento recibí una visión vital para mí. Cuando conocí a Annie y nos casamos, sabía que nunca habría esperado tanto de una relación. No había tenido una relación de esa cualidad ni en sueños. Nuestra relación era así, y así sigue. El hecho de comprender esto jugó un papel muy importante, pues una mañana me desperté y me dije: «Esto no me ha completado; no me ha llevado al lugar al que me he sentido atraído desde siempre». Darse cuenta de eso fue un poco chocante. Aunque estés muy contento con tu vida y no estés atravesando ningún sufrimiento, sientes que todo eso no basta. Ni siquiera llega a rozar ese lugar interior. Pensé que el hecho de conseguir estabilidad en la vida permitiría una relajación espontánea, pues en términos humanos me tenía que relajar en algo.

TS: ¿Puedes describir lo que sucedió?

Adya: Fue muy sencillo y, en realidad, empezó antes de producirse. La noche anterior, justo antes de disponerme a dormir, me senté al borde de la cama y pensé lo siguiente. No fue un gran pensamiento ni una gran visión, sino algo muy sencillo, totalmente fuera de contexto respecto a lo que me estaba pasando en ese momento. Pero tuve un pensamiento que decía: «Estoy preparado». Lo sentí literalmente, en cinco segundos lo sentí. Y me dispuse a dormir, aunque la sensación de «estoy listo» era muy plena y simple. No se trataba de la mente ni del ego diciendo: «¡Estoy preparado, listo para atravesar las puertas!». Fue un instante sencillo, inocente, como un regalo. Un hecho. Sólo un pensamiento: «Estoy listo». Y no le di más vueltas. No captó mucho mi atención, aunque sí fui consciente de él. Así que me dispuse a dormir.

Al día siguiente me desperté temprano. Iba a ver a mi maestra, y en esas ocasiones solía levantarme pronto para meditar un poco antes de ir a verla. No estaba pensando en nada en concreto, simplemente me senté y a los treinta segundos oí un pájaro. Un simple gorjeo. Y surgió una pregunta, más de las tripas que de la mente, que no había oído nunca, que no había usado nunca. La pregunta que surgió espontáneamente decía: «¿Quién está oyendo este sonido?». Y cuando surgió la pregunta, todo se volvió del revés, o se quedó patas arriba. En ese momento el pájaro, el sonido y el oído se hicieron uno solo. Tuve, literalmente, la experiencia de que todo era lo mismo... el oído no era más yo, más que el sonido o que el pájaro o que cualquier otra cosa. En un instante, de forma muy repentina, todo se hizo uno.

A continuación percibí el pensamiento. Estaba tan lejos que ni siquiera sabía de qué se trataba. Pero había pensamiento y podía darme cuenta de que yo no era eso. Eso es pensamiento. Y lo que se despertó, lo que estaba despierto, no tenía nada que ver con ese pensamiento que simplemente acontecía. Eran dos cosas totalmente distintas. En el pensamiento no había ninguna identidad. Así que al cabo de unos minutos me levanté. Y, literalmente, a mi mente le venían ideas como de un niño de cinco años. Muy curioso. «Me pregunto si estoy en el horno», pensé. Así que fui corriendo a la pequeña zona de cuarto de estar y cocina y, sin lugar a dudas, el horno era esto. Me dirigí corriendo al baño y miré el inodoro, pues estaba intentando encontrar algo que no fuese nada espiritual, y pensé: «Demonios, el inodoro es esto». Abrí la puerta del dormitorio, miré en su interior y vi a Annie, mi esposa, que estaba durmiendo, y me dije: es ella. Ella es esto, y es igual. Seguí andando por nuestra casita de 137 metros cuadrados, en la que habíamos vivido durante seis años y medio, miré la casa por todas partes y todo era esto, todo era lo mismo. Así que ahí me encontraba yo, curiosamente carente de emoción alguna. No experimenté ningún ¡bravo! ni ¡oh, Dios mío! Nada de eso. Lo veía todo perfectamente claro y no lo confundía con ningún estado de la experiencia, pues no se trataba de ningún estado. Entonces di unos pasos por el cuarto de estar, pues podías recorrer su largo en tan sólo unos pasos, y la conciencia se despertó por completo en esos pasos. No lo puedo describir fácilmente, pero estaba totalmente separada del cuerpo, totalmente separada. En ese momento vi una serie de imágenes y lo supe, lo que estaba despierto supo de inmediato que me había quedado atrapado en esas imágenes, a las que podríamos llamar encarnaciones. Yo me creía eso. Estaba dormido en esas imágenes, podía ver con claridad que yo no era eso. Ya no seguía atrapado en ellas. No estaba confinado por ninguna de esas formas, ni siquiera por la actual. Y veía que la forma actual no era más importante o real que la de hace cincuenta vidas. Y ahí estaba esta conciencia, sin más, sólo ella. Ninguna forma, ningún perfil, ningún color, nada. En ningún sitio pero en todas partes. Y en ese momento supe que aunque esta conciencia lo era todo, también estaba por encima de todo. Que aunque esto desapareciese del todo, aunque desapareciesen todas las formas y todo lo que veía, esto no quedaría reducido, ni siquiera un poco. Así es, básicamente, cómo se produjo mi despertar.

Me sentía grande, fuera del cuerpo, como si éste existiese dentro de esta conciencia o espíritu. En vez de estar yo en el cuerpo, el cuerpo estaba en la conciencia. Entonces, en medio de todo esto, esa conciencia regresaba al cuerpo. Seguía estando fuera, pero ahora estaba dentro y fuera. No se limitaba a quedarse fuera, volvía a entrar, pero esta vez sin ninguna confusión, sin ninguna identificación. Era como cuando te vistes por la mañana: simplemente te pones la ropa. No te crees que tú eres esa ropa; la ropa no es más que lo que llevas puesto. Y vi clarísimamente que esta forma, esta personalidad en concreto, este tipo formalmente conocido como Stephen Gray, no era más que la ropa. Ésta es su encarnación actual, llevará puesto esto y funcionará con esto. Lo más agradable fue la alegría que sentí. ¡Me sentía tan feliz con la ropa, con la encarnación! La personalidad me daba mucha intimidad y me sentía tan feliz como un niño. Como cuando una niña se pone un disfraz de Cenicienta, se mira al espejo y siente: «¡oh, es genial!». Tuve, exactamente, esa misma sensación de asombro en relación a la forma.

Después, lo último que hice fue dar otro paso, y entonces sentí como si éste fuera el primer paso que hubiese dado en la vida. Sentía como si acabase de salir del útero. Igual que se siente un bebé tras poner el pie en el suelo por primera vez. Miré mis pies, literalmente, y caminé en círculos, pues me parecía un milagro (la sensación de los pies en el suelo y la sensación de caminar eran un verdadero milagro). Y cada nuevo paso era como el primer paso. Todo era nuevo y todo iba asociado a esa sensación de intimidad, de maravilla y de comprensión.

Todo esto ocurrió en una rápida sucesión. El despertar de la forma, la unidad con la forma y la comprensión de que yo no soy la forma. Todo era bueno. No necesitaba estar fuera del cuerpo; no necesitaba ir más allá de nada porque esto era todo. En ese preciso momento supe que esto es un milagro: esta vida, este cuerpo. Esto es el cielo, por muy desordenado que parezca, por muy tonto que pueda ser, con toda su maravilla y todo su horror. Ésta es la gran broma. Estamos caminando sobre la mano de Dios y seguimos buscándole.

Eso fue todo. En realidad fue muy simple. Muy, muy simple. También trajo consigo el disfrute de lo ordinario. Ya no necesitaba que ocurriera algo extraordinario (ya no necesitaba experiencias extraordinarias, simplemente disfrutaba de lo ordinario). Podía ponerme a hablar de las (así denominadas) verdades espirituales o de fútbol, o irme de compras... de pronto ya no me importaba nada. Y hasta la fecha, aunque en general nadie me cree, con frecuencia digo lo siguiente: «Para mí, estar en el satsang o hablar de cualquier otra cosa es lo mismo». Lo ordinario se vuelve plenamente gratificante. Evidentemente, si veo que alguien se ilumina o que se transforma un poco, eso es muy gratificante. Es una especie de acontecimiento destacado, pero hay un amor por lo ordinario que es muy sencillo, y para mí ésa es una de las cosas más bellas, pues ya no necesito que sucedan cosas extraordinarias en mi vida. El mero hecho de existir ya es una especie de milagro.

TS: Adya, a esto le has dado el nombre de «despertar final», ¿pero qué ocurriría si en las próximas décadas experimentaras otros despertares que te revelasen una dimensión aún más profunda de la realización? ¿Lo crees posible?

Adya: Me alegro de que hayas sacado el tema. Lo llamo final por una razón. Cuando digo final no quiero decir que no pueda haber otro despertar. Evidentemente, eso es posible. ¿Quién sabe, verdad? No lo sabemos. Al fin y al cabo, esto es infinito. Pero lo que quiero decir con final es que este despertar me hizo ver lo que soy con total claridad. Lo comprendí sin asociarlo a ninguna emoción, en un estado completamente puro. Sin ninguna energía asociada. Sin ninguna euforia. Cuando digo final me refiero a que lo vi con claridad. No podía seguir buscando nada; ya no me quedaba ninguna pregunta espiritual por responder. Así que lo llamo final porque lo sentí como una línea de demarcación a la que me condujeron una determinada vida y un determinado viaje y, desde que sobrepasé esa línea, ya nada fue igual que antes. Ese viaje, tal y como lo había comenzado, había llegado a sun fin de una forma clara y evidente. Se había acabado. Y no regresaría nunca. A eso es a lo que me refiero cuando lo llamo final. ¿Significa eso que no queden más cosas por ver? Siempre queda algo.

TS: Decías que cuando tuviste tu primer despertar, con veinticinco años, te diste cuenta de que tú eras lo que buscabas, aunque seguías haciéndote la pregunta de «¿qué es esto?».

Adya: ¿Qué es esto? Sí.

TS: ¿Qué descubriste, entonces, en tu despertar final?

Adya: Es una buena pregunta [risas]. Voy a contestarte de la mejor forma posible, pero esa pregunta no tiene respuesta.

TS: Pero ya no te sigues haciendo esa pregunta.

Adya: No, lo divertido de la respuesta es que la pregunta desaparece. Ésa es la respuesta a la pregunta. No obtienes ninguna respuesta correcta que te permita metértela en el bolsillo.

TS: ¿No podrías decir amor y sabiduría, o algo así?

Adya: No, no. Va mucho más allá. El amor y la sabiduría proceden de ahí. Es paradójico, pero cuanto más nos conocemos, cuanto más sabemos lo que somos, más seguros estamos de que somos algo que, por su propia naturaleza, no se podrá conocer nunca. Así que tú y yo somos lo desconocido, y como lo desconocido es lo desconocido, no lo podemos conocer; no podemos achacarlo a ninguna deficiencia, sino a que lo desconocido, por su propia definición, es lo desconocido. Así que en budismo pueden darle el nombre de vacuidad, o vacío, o shunyata. Tradicionalmente, algunas sectas del judaísmo consideraban que el mero hecho de mencionar la palabra "dios", de cualquier forma, era una herejía. Y yo creo que este tipo de normas surgen de la paradoja de esta experiencia: sabes lo que eres, pero sabes que eres un misterio.

Como ves, no le podemos dar ningún nombre. No podemos decir nada sobre el potencial puro. No hay nada que saber. Sólo podemos saber algo cuando el potencial se manifiesta y se convierte en algo. Pero antes de eso es puro potencial. Es puro vacío o pura inteligencia, o como quieras llamarlo. Para mí, ésa es la paradoja: he llegado a saber lo que soy, pero sé que soy lo que nunca se podrá conocer, porque ésa es su naturaleza. Y lo divertido es que, de algún modo, terminas donde empezaste. Empiezas sin saber quién eres o cuál es la última realidad. La diferencia es que terminas sabiendo que eres lo que nunca se podrá conocer. Así que el misterio se hace consciente, se despierta. Se conoce a sí mismo, es el «YO SOY» tal y como aparece en la Biblia. Pero no puedes percibir ninguna definición; no es más que «YO SOY». Es el misterio autoafirmándose. Eso es todo.

TS: Una de las cosas interesantes que he oído sobre ti es que no le hablaste de tu segundo despertar a tu maestra de zen hasta que no pasaron tres meses. Me resulta raro.

Adya: No tenía ninguna razón aparente. Tenía una sensación de plenitud tan grande... Por una parte, era extraordinario, pero también me resultaba ordinario. No sentía la necesidad de salir corriendo para contárselo a nadie. No sentía la necesidad de confirmarlo. No necesitaba ser escuchado. No necesitaba que nadie lo entendiese. Y si se lo conté a mi maestra sólo fue porque pasados tres meses reflexioné y pensé: «Vaya, ella lleva quince años hablándome de esto, y por eso le ha estado poniendo tanto corazón y tanta compasión a mi proceso». Pensé que a ella le gustaría saberlo. El impulso de decírselo surgió de ahí. Tenía una ausencia total de necesidad, y esto es una de las cosas más notables. No sientes la necesidad de decírselo a nadie, ni tampoco la de recibir un golpecito de aprobación en la espalda.

TS: Has mencionado que leíste mucho en una época de tu vida. ¿Te impactó algún libro en particular?

Adya: ¡Sí! El primer libro no es uno de los que sospecharías, y ni siquiera me interesa ya. Pero en aquella época concreta me impactó mucho. Lo leí cuando tenía veinticuatro años, no mucho antes de mi primer despertar. Y era una autobiografía de Santa Teresa.

TS: Interesante.

Adya: ¡Lo era! Porque en ese entonces yo era un tipo budista, y el budismo no es teísta. Sin embargo, me sentí atraído por el misticismo cristiano de un modo inextricable, y uno de los primeros libros que leí fue esta autobiografía. Acudí a una librería, abrí el libro y en tan sólo dos páginas me conquistó completo, me quedé enamorado. Literalmente, me enamoré de una santa a la que no había conocido nunca. Pero fue algo muy, muy poderoso. Acabé devorando su autobiografía y después me leí cinco, seis o siete libros más sobre ella y sobre su vida... y eso aconteció a lo largo de dos años en los que leí muchísimos libros acerca del misticismo cristiano. Pero ese libro me abrió las puertas, y hasta que no lo contemplé en retrospectiva no me di cuenta de lo que significaba para mí, y del sentido que tenía toda mi investigación acerca del misticismo cristiano. Todo eso me ayudó a abrir el corazón. En realidad, mi práctica zen no me ayudaba en ese aspecto; necesitaba algo que me ayudara a abrirme emocionalmente de un modo muy, muy profundo, y el zen probablemente fuera demasiado árido para hacerlo. Naturalmente, encontré justo lo que necesitaba, y ese libro me ayudó. Me abrió tremendamente a nivel emocional. Fue el libro perfecto en el momento perfecto. Así que fue un libro muy importante para mí.

El otro libro que destacaría es Yo Soy Eso, de Nisargadatta Maharaj. Había leído algunos fragmentos pequeños antes del despertar de los treinta y tres años, pero no me había parecido muy significativo. Después del despertar leí Yo Soy Eso y, desde entonces, ha sido la expresión más clara que he encontrado. Fue como si alguien hubiese puesto palabras a mi propia experiencia. Estaba reflejada en ese libro. Era como mirarme en un espejo. Así que fue un libro muy importante, no tanto en mi búsqueda como en mi reflexión.

Aunque esto se salga un poco del tema, tiene que ver con la lectura. Como muchos maestros espirituales, aunque cuando enseño hablo mucho de la imposibilidad de comprender la iluminación con la mente y digo que llega un momento en el que hay que ir más allá de los libros que estés leyendo, cuando miro mi experiencia en retrospectiva veo que, aunque jamás encontré la realización de la verdad en ningún libro, porque no se puede, la lectura ha jugado un papel muy importante para mí. Tenía un doble filo. Algunas veces se puso en medio del camino (con conceptos, ideas y más conceptos que estaban en conflicto), pero la lectura ha sido otra parte muy importante de mi viaje. Utilicé los libros para aclarar cosas en mi mente. Me ayudaron a esclarecer algunas cosas. En ese sentido, creo que el lado intelectual de la espiritualidad (que a menudo se minimiza, y con razón) también es subestimado algunas veces. Aunque la verdad no es algo que podamos encontrar en los libros, éstos a veces nos permiten conectar los puntos en la mente... y en el corazón. Los libros pueden llegar a abrirnos de un modo muy importante. Así que yo creo que el intelecto (si no da el espectáculo y no se queda ahí) puede jugar un papel importante en el despertar espiritual. Si te encuentras con el libro adecuado en el momento adecuado, éste tal vez motive un reconocimiento. Eso también forma parte de lo que hacen los maestros, y es importante. Estamos hablando en una sala, ¿verdad? El contenido es intelectual, pero estamos intentando despertar una sabiduría profunda en el oyente. Y un libro puede hacerlo de la misma forma que un maestro. Tal vez leas una frase que te alumbre algo. No en la mente, sino a nivel de visión interna. Sabrás si es una visión interna porque en ese caso tu cuerpo entero se pondrá a cantar. En ese sentido, si las palabras despiertan vida en nuestro interior pueden resultar muy útiles. Una parte de nosotros tal vez diga: «Ah, ya lo sé. Sólo que no sabía que lo sabía». Las palabras pueden transformar lo inconsciente en consciente.

TS: ¿Crees que la lectura puede propiciar algún tipo de transmisión?

Adya: Por supuesto. Todo lo que hacemos va cargado con la transmisión o la presencia de lo que somos. No necesitamos mantener contacto físico con nadie. Las cosas van cargadas en sí mismas con la transmisión de la persona que estuvo asociada con ellas. Un libro va cargado con la transmisión de la conciencia o presencia de su autor. En realidad, si eres sensible esto es bastante interesante. Si te sensibilizas puedes sentir la presencia del autor en cualquier libro. En libros espirituales, en artículos periodísticos no espirituales, en cualquier cosa. Puedes empezar a percibir el estado de conciencia del autor y, evidentemente, esto también puede ser muy poderoso a nivel espiritual. Las palabras y los libros van cargados con esa transmisión. Por eso creo que un libro como Yo Soy Eso es tan, tan poderoso. No son sólo las palabras. Se trata del ser que pronuncia las palabras. Por eso la gente se queda cautivada. Todas las palabras que dice el libro han sido dichas antes, así que no se trata sólo de las palabras, sino de quién las dice.

TS: Cuando los que están en tu presencia o los que leen uno de tus libros perciben una transmisión, en tu opinión ¿qué sucede?

Adya: Se produce un encuentro; en eso consiste la verdadera transmisión. El vacío se encuentra con el vacío.

TS: ¿Eso transforma inevitablemente al estudiante?

Adya: ¿Cómo podría explicarlo? Digamos que es el elemento más poderoso de la enseñanza. Tengo dudas a la hora de decirlo, porque en cuanto lo digo la gente se comporta como si el maestro fuese a actuar por ellos, lo cual no es cierto. El maestro podrá encender un fuego, pero no completará el proceso por ti. La transmisión es más poderosa para las personas que resuenan con lo que oyen. Cuando hay resonancia, el potencial se enciende. Cuando el potencial se despierta, debes responsabilizarte de lo que suceda. No te sientes a esperar que el maestro o su transmisión lo hagan por ti, porque entonces entrarás en una relación dependiente. Y en cuanto entras en una relación dependiente, psicológica o emocionalmente, el efecto de la transmisión se reduce considerablemente. La relación dependiente lo mata en ese mismo instante. Es como echar agua al fuego. Debemos responsabilizarnos de nuestra transformación, pues ningún maestro puede hacerlo todo por nosotros, de ninguna forma. Tenemos que hacerlo nosotros mismos. La búsqueda la tenemos que emprender nosotros. La presencia de alguien tal vez encienda un fuego de forma espontánea, pero tú tienes que ocuparte de cuidar ese fuego.

miércoles, 1 de febrero de 2012

RECETAS DE COCINA : PASTEL DE CUSCÚ Y ESPINACAS

Ingredientes (para dos personas):

-Cuscú
-Espinacas
-Aceite de oliva
-Sal
-Almendras picadas o piñones
-Dátiles cortados en rodajas o pasas sin hueso
-Quesitos cortados en cuadrados

Pasos a seguir:

Se pochan las espinacas en una sartén con un poco de aceite de oliva y un poco de agua y sal. Cuando esten cocidas se reservan.

Se pone medio vaso de agua en una sartén, se le añade una pizca de sal y cuando hierva se añade medio vaso de cuscú y que cueza de 3 a 5 minutos (según indicación del envase), una vez echado el cuscú poner el fuego al mínimo.

Una vez cocido el cuscú se le añaden las almendras picadas, los dátiles cortados en rodajas, las espinacas, los quesitos cortados en cuadrados y se remueve todo. Esta mezcla se pone en cuencos y se sirve desmoldado (como el arroz a la cubana).

Esta receta a mí particularmente me encanta, es super facil y esta rica, rica, espero os guste tanto como a mí.

¡¡BUEN PROVECHO!!

RECETAS DE COCINA : SOPA DE AVENA

La dieta más sana es moderada en calorías y se compone principalmente de alimentos de origen vegetal lo más puros y frescos posibles.
La cocina vegetariana ofrece una gran variedad de platos sabrosos y nutritivos que a veces por desconocimiento no disfrutamos y se piensa que la cocina con verduras es insípida y aburrida y nada que ver con la realidad. Con un poco de base y después mucha imaginación podemos hacer infinidad de platos para sorprendernos y sorprender a nuestros invitados.
Desde aquí quiero compartir con todos ustedes las recetas de cocina que habitualmente utilizo, son fáciles de hacer y con ingredientes tambien fáciles de encontrar pues son recetas de "andar por casa", espero que os sean de utilidad y que las disfruteis. Ya me contareis!!

SOPA DE AVENA

Ingredientes:

- 3 cucharadas soperas de avena
- Aceite de oliva
- Jitomate (3 tomates rojos batidos con un diente de ajo y media cebolla)
- Una ramita de perejil picado finamente
- Una zanahoria rallada
- Agua (la necesaria)
- Sal y pimenta molida (a gusto)

Pasos a seguir:

En una olla se calienta el aceite de oliva, se agrega la avena y se frie un poco, luego le agregamos el perejil picado y la zanahoria rallada y mareamos un poco (freir y mover) seguidamente le añadimos el jitomate, sazonamos con la sal y la pimienta y esperamos sin dejar de mover a que reduzca el jitomate.
Finalmente agregamos el agua y dejamos cocinar a fuego lento durante 10 ó 15 minutos.

¡¡BUEN PROVECHO!!